Hoy en día, las demandas de la sociedad, que incluyen el uso de agua para consumo humano, crecimiento urbano e industrial, el riego agrícola, para desarrollos pecuarios, acuícolas y turísticos ejercen una fuerte presión sobre la disponibilidad de agua dulce. "La solución a estas demandas que se vuelven generalmente conflictivas es compleja y depende no sólo de información y datos confiables, sino también de disposición entre los distintos actores para conciliar intereses, lo que constituye un gran reto para la sociedad y la toma de decisiones" (Mark y Dickinson 2008, 25).
La disponibilidad de agua para el bienestar social depende de la integridad ecológica de los ecosistemas dulceacuícolas. No obstante, por resultar un bien esencial para la vida y el desarrollo social, éstos han sido los principales ecosistemas perjudicados por las actividades humanas. La alteración de la dinámica hidrológica, la contaminación y la invasión de especies exóticas a los cuerpos de agua constituyen las mayores amenazas para la conservación de los ecosistemas dulceacuícolas en el mundo (Johnson et al. 2008, 357; Alcocer y Bernal-Brooks 2010, 56). Una de las causas más importantes de dichas alteraciones fue la construcción acelerada de presas en la segunda mitad del siglo XX, con la instalación de más de 45 mil presas grandes en todo el mundo. Esta red, que cubre un área aproximada de 337 mil km2, cambió de forma dramática la distribución global de agua dulce (Downing et al. 2006, 2396), y alteró severamente los patrones naturales de variación hidrológica y de transporte de sedimentos de los ríos. México no es la excepción (Alcocer y Bernal-Brooks 2010, 30), en el país existen 840 reservorios artificiales clasificados oficialmente como grandes presas, con una capacidad conjunta de almacenamiento de 150 km3 (Aguilar 2003, 4). De ellas, una estimación muy conservadora muestra que 611 presentan un volumen superior a 0.5 millones de m3. Desde la perspectiva ambiental y sin consideración a su tamaño y modos de operación, todas las presas modifican los procesos biofísicos y regímenes naturales de los ríos, en detrimento directo o indirecto de los ecosistemas colindantes y de sus pobladores.
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